DULCE AVENTURA

¿Estas nervioso, Landon? —inquirió, con un deje burlón, Andrew Bladeston, vizconde de Bradford, al joven que hacía poco se había convertido en el nuevo marqués de Landon, luego de vivir un verdadero infierno a manos de su propio padre. El hombre de cabello oscuro e intensos ojos verdes asintió y una mueca de incomodidad resaltó en su cara—. Pues no eres el único. Yo también estoy por regresar a los salones londinenses después de un largo viaje, y uno nunca se termina de acostumbrar a las matronas y debutantes desesperadas y que te acosan sin piedad cuando tienes un título y una mínima fortuna. Aunque tú la tienes más difícil, eres una novedad y no hay nada más peligroso para un noble que ser objeto de curiosidad —prosiguió cuando el carruaje comenzaba a detenerse frente a la fachada de una suntuosa mansión perteneciente a los duques de Malloren, donde se llevaría a cabo una mascarada. Su acompañante había empalidecido notablemente, por lo que, dándole una palmada de ánimo al hermano de la condesa de Gauss, procedió a colocarse su antifaz, mientras Jeremy hacía lo propio—. Vamos, querido amigo, peores batallas has luchado. Después de todo, unas cuantas damitas armadas con abanicos y seda no pueden ser tan peligrosas —dijo con un brillo sardónico en sus ojos azules. El otro asintió no tan convencido, y Andrew, sonriendo de lado, declaró—: ¡Sobreviviremos! Que comience la aventura.