Capítulo 27

 

   

—Y eso fue lo que sucedió —finalizó Arturo intentando mantener la calma. Jason escuchó sin interrumpir mientras su mente trabajaba en todas direcciones, atando cabos, buscando motivos, posibilidades, oportunidades, soluciones. Debía mantener su mente ocupada, antes que la furia nublara su juicio, y si eso sucedía, la única perjudicada sería Ana, y por ende, él mismo—. Debo ir al banco antes que cierren. Espero que no me den problemas para sacar tanto dinero y…

—Y no vas a sacar nada, Arturo. Yo tengo esa cantidad de dinero en mi departamento. Por ningún motivo voy a dejar que ustedes se vayan a la quiebra —dictaminó severo. Arturo intentó oponerse, pero Jason negó con la cabeza—. No, Arturo. Este lugar es tu legado, es lo que Ana ama y yo me lo puedo permitir. Tómalo como la inversión que prometí.

Arturo claudicó asintiendo en silencio, ahogando su orgullo. En realidad daba lo mismo de donde saliera el dinero del rescate, lo importante era obtenerlo rápido, y lo más rápido era lo que Jason proponía.

Ana era la prioridad número uno.

—Si mis sospechas son correctas —continuó Jason—, Danilo se debió llevar a Ani a la población donde estuve de infiltrado. Es tan fanfarrón que está seguro de no ser descubierto, así que no se va a tomar la molestia de buscar otro lugar. Así que eso es algo que tenemos a favor, aparte del hecho de que está convencido de que estoy muerto. —Jason esbozó una sonrisa de suficiencia, que le transmitió cierta seguridad a Arturo y a Carmen. Seguridad que el mismo intentaba hallar. Danilo era impredecible, debía dar él el primer golpe—. Iré a buscar el dinero ahora y haré un par de llamados telefónicos.

—Pero, hijo, ese infeliz dijo que no llamáramos a los de la PDI... —señaló Carmen asustada

—Pero él no puede amenazar a un muerto ¿o sí?… No pretendo llamar a la PDI, mamita, pero conozco a algunas personas que pueden darme apoyo… —respondió con suavidad. Sacó su celular del bolsillo trasero de su pantalón y miró la hora—. Nos queda hora y media antes de que él se comunique contigo, Arturo. Deberían tener novedades mías antes de que él lo haga. Si pasadas de dos horas no tienen noticias de nadie, llaman a carabineros o la PDI. —«Pero espero que eso no suceda», pensó sintiendo que el suelo se le movía ante la angustia y la impaciencia de todavía no poner en marcha sus planes—. Me voy…

—Cuídate hijo, tráenos a Anita, por favor —rogó Carmen dándole un abrazo fuerte. Debía confiar en su hijo, él sabía lo que hacía… Era de los que aprendía de sus errores. Le dio un beso en la mejilla y se separó de él.

—Jason… —Arturo no pudo hablar más. La situación lo estaba sobrepasando. Carmen lo abrazó y él respondió a ese tácito apoyo aferrándose al contacto de ella—. Haz todo lo que tengas que hacer… Lo que sea.

—Eso y más. Te doy mi palabra…

Arturo con estoicismo, se acercó a Jason y le dio un abrazo firme y contenido, estaba absolutamente consciente de todo lo que ese hombre arriesgaba, de lo que también Carmen aceptaba a dejar que su hijo actuara sin impedirle nada, sin poner condiciones. Se sentía realmente afortunado de contar con esas valiosas personas a su lado.

—Cuídate, hijo. Regresa a salvo con Ana.

—Lo haré aunque sea lo último que haga —juró rompiendo el contacto. Y sin más palabras, Jason salió de la librería dando briosos pasos largos y seguros.

En tan solo treinta segundos llegó a la esquina, divisó de inmediato un taxi e hizo señas para que se detuviera.

—Buenas tardes, amigo —saludó Jason cuando subió—. Va a ser una carrera larga. —Ofreció un billete de veinte mil pesos que el taxista tomó con premura—. Eso es solo la propina, es aparte de lo que marque el taxímetro. El taxista alzó las cejas con sorpresa, tal vez era su día de suerte.

—A donde lo llevo, señor —ofreció solícito.

—Primero vamos a Nataniel Cox…

 

*****

 

—Siéntate ahí —ordenó Danilo empujando a Ana sobre una silla, al tiempo que la amenazaba con su arma. Ella optó por la indiferencia y el silencio. Su instinto le decía que, de momento, no era prudente resistirse.

Contrario a lo que imaginó Ana al internarse en la población, la casa de ese hombre estaba ordenada, limpia, e incluso, podía calificar el mobiliario como moderno, no tenía nada que envidiarle al alguna revista de decoración. Era como estar en una realidad paralela en relación a lo que había afuera de esas paredes. Dos cosas le llamaron la atención, la primera fue que se percató que sobre los muebles había una pátina de polvo, eso indicaba que el hombre apenas pasaba en esa estancia o hacía semanas o meses que no se hacía el aseo, pero tampoco hacía nada por desordenarlo, como si solo se limitara a respirar. Lo otro que le llamó la atención fue la puerta blindada y el cerrojo de seguridad, definitivamente sería muy difícil salir de ahí. No había ningún ventanal, y el porche estaba cercado.

Era una pequeña fortaleza. Nadie entraba ni salía sin la venia de su dueño.

Danilo de forma ordenada tenía todo preparado para restringir los movimientos de su cautiva, habían tijeras, sogas, y cinta americana, todas dispuestas para estar a la mano. Ana supo que el secuestro no había sido algo espontáneo o al azar, sino muy premeditado. El hombre la ató firme al respaldo de la silla con una soga que por poco y le cortaba la circulación de la sangre.

—No quiero que te arranquí —explicó ante la evidente incomodidad de su prisionera—. No hasta tener la plata… Después podí irte donde queraí —aseguró mientras unía sus tobillos con cinta americana, dándole cierto alivio a Ana, al menos, en el corto plazo, ese hombre no se la violaría—. ¿Tení sed? —interrogó con cierto tono de amabilidad.

Ana negó con su cabeza. Danilo se encogió de hombros y prosiguió.

El toque final fue la mordaza con la que acalló cualquier intento de escándalo por parte de Ana. Debía reconocer que su captor tuvo la delicadeza de usar un trapo limpio y no ahogarla. Las fosas nasales de ella se llenaron del aroma a detergente.

—Ojalá toas las minas se portaran tan bien como tú. —Fue el inusual halago de Danilo inclinándose a la altura de Ana, mirándola a los ojos—. No hagai nada que me haga enojar… No soy yo cuando eso pasa —advirtió con un tono de voz que Ana interpretó como amistoso, incluso pudo notar una cuota de culpa en su tono de voz.

Tal vez se estaba volviendo loca, era extraño ese tipo y le dio lástima.

 

*****

 

—Déjeme ahí —indicó Jason al llegar a la esquina de la calle donde él vivió por doce años y lugar que ahora Danilo regentaba el negocio.

Todavía seguía sin explicarse del todo los hechos que parecían no tener coherencia. Lo único certero era que su objetivo era rescatar a Ana sin un rasguño. Conocía bien a Danilo, y sabía que podía ser de todo en la vida, menos maltratador de mujeres y niños, y dudaba de la amenaza que le lanzó a Arturo de violar a Ana. Pero no por eso iba a sentirse más tranquilo por el estado en el que iba a encontrarla.

No iba a bajar la guardia, por ningún motivo.

Pagó el importe de la carrera y se bajó de vehículo cargando una mochila, dejando a un agradecido taxista que no le gustaba para nada internarse en las poblaciones marginales de la capital, lamentablemente era parte de su trabajo y nada podía hacer. Había sido la carrera más extraña de su vida, primero había subido al taxi un hombre, a todas luces, respetable, luego se bajó frente a un edificio en Nataniel Cox y cuando volvió era otro, un flaite de pies a cabeza, si no fuera porque tenía el mismo tono de voz lo habría dejado tirado sin importarle el taxímetro.

Jason miró todo a su alrededor, nada había cambiado, las mismas casas, las mismas personas, el mismo ambiente que se cernía pesado como losa. Estaba inquieto, volver a ese lugar a plena luz del día no era la situación ideal, y a pesar de que estaba vestido como un típico flaite —usando lentes de contacto de color castaño y una gorra, para pasar inadvertido—, sentía que no era suficiente para no ser reconocido. Era más alto que el promedio y muchos lo identificaban con facilidad por ello. Se encorvó y cambió su forma de caminar, rogando al cielo que la barba que llevaba ya hace un par de semanas ocultara sus inconfundibles facciones, amparándose en que él, cuando era infiltrado, se afeitaba cada tres días, por lo que siempre se le veía la cara más descubierta.

Avanzó por la vereda hasta llegar a la reja tan familiar, observó con atención el cerrojo y no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando confirmó su hipótesis de que Danilo no había cambiado la chapa. Hurgó en el bolsillo de su pantalón hasta encontrar su antiguo juego de llaves, y discretamente, extrajo un arma automática de su mochila, donde también estaban los diez millones de pesos del rescate.

Intentando no hacer ruido y con mucho sigilo, abrió la puerta. Entró al porche dándose cuenta que la antigua puerta de madera de la casa la habían cambiado por una blindada. Danilo había sido muy astuto, en apariencia eran iguales pero las diferenciaba el cerrojo, este era nuevo. Eso solo significaba que las cosas eran más peligrosas que antes. Definitivamente, debió ser un gran error para Danilo asociarse con Menares.

Y traicionarlo.

El factor sorpresa había variado un poco. Dejó la mochila en el suelo, al lado de la puerta, inspiró profundo dándose coraje, golpeó la puerta con el puño, haciendo retumbar el metal, se echó para atrás un par de pasos y apuntó con su arma a la espera de quien le abriera la puerta.

 

*****

 

Ana dio un respingo al sentir que el metal retumbaba en toda la habitación, y el corazón se le desbocó al punto que las sienes le latían. Danilo de inmediato miró en esa misma dirección, su semblante que hasta ese instante había permanecido relajado, ahora estaba concentrado, alerta, y a la vez, desconcertado. Nadie podía traspasar la reja sin hacer ruido y llamar como si nada a su puerta.

—¡¡¿Quién es?!! —inquirió, acercándose a la puerta.

Silencio.

A Danilo no le extrañó, era lógico, nadie que entraba de esa manera iba a contestar, pero tampoco se iba a ir. Lo supo en el momento en que volvieron a golpear la puerta con más fuerza. Descartó de inmediato que el intruso fuera de carabineros o de la PDI, ellos eran mucho más escandalosos en su afán de imponer su jerarquía.

El sujeto que estaba tras la puerta, exigía entrar y no se iba a mover de ahí.

—Si querí guerra, eso vai a tener, hueón —resolvió susurrando Danilo y giró la llave quitando los seguros de la puerta.

Esperó unos segundos, que se le antojaron eternos. Sacó su arma con mano derecha y con la izquierda abrió la puerta de golpe.

Ni en sus peores pesadillas imaginó quién era la persona que estaba apuntándole de vuelta tras la puerta…

 

*****

 

—¿Qué mierda hací acá, Yeison? —Fue la inesperada pregunta que hizo Danilo y bajó el arma. Jason estaba atónito, pero su rostro no lo evidenció. Si antes nada tenía sentido, ahora menos—. Entra antes que alguien de los Menares te vea —apremió mirando en todas direcciones por sobre el hombro de Jason. La calle, en apariencia, estaba prácticamente vacía por el calor reinante.

Jason vaciló ante aquella interrogante que dejaba al descubierto una verdad que él nunca imaginó. Danilo sabía que estaba vivo. Pero ante ese hecho no dejó de apuntarle a quien fue su amigo y compañero.

—Suelta a mi mujer. Ahora —demandó con un tono bajo y severo.

Danilo abrió los ojos hasta que casi se salieron de sus cuencas, comprendiendo de inmediato lo que motivaba la presencia de Jason frente a la puerta de su casa. Todo era peor de lo que imaginaba. Resopló con profunda frustración y lo dejó entrar.

—Mierda… No sabía que era tu mina… —explicó como si fuera un niño de trece años.

—¿Qué no aprendiste nada de lo que te enseñé? —reprendió Jason sin imitar el tono marginal que siempre usó frente a Danilo, el cual se dio cuenta de inmediato del cambio.

Siempre se preguntó si había hecho lo correcto y ahora al escuchar hablar a su antiguo mentor le confirmaba que fue lo mejor.

Al menos, eso quería creer.

Sabí bien que nunca me hubiera metido con los tuyos. Ya te dije, no sabía que era tu mina.

Jason no sabía si era una jugarreta o si Danilo hablaba en serio, pero no quiso tentar a su suerte. Apenas cruzó el umbral de la puerta, puso el cañón del arma sobre el pecho de Danilo que, sorprendido, soltó el arma que cayó pesada al suelo, alzó las manos y miró hacia donde estaba Ana atada y amordazada, tenía los ojos anegados en lágrimas, y respiraba agitada.

Ana apenas podía creer lo que sucedía frente a sus ojos. Primero sintió una oleada de alivio al escuchar la voz de Jason, sabía que él vendría por ella, algo en su interior tenía una fe inquebrantable por él. Pero nunca imaginó el tipo de conversación que estaba presenciando. ¡Jason y su captor se conocían! ¿¡Qué clase de broma enferma del destino era esa?! Era todo tan confuso y no entendía por qué su captor, si estaba tan desesperado por obtener el dinero, cedía con tanta facilidad ante las demandas de Jason.

—Si le hiciste algo malo a mi mujer te juro que te mato ahora —amenazó Jason siseando con furia—. Libérala. Ahora —ordenó sin dejar de apuntar.

Danilo, derrotado, se acercó a Ana, quien lo miraba de forma alternada a Jason y a él pidiendo explicaciones.

—Perdone el malentendido, dama —se disculpó Danilo con sinceridad mientras le quitaba la mordaza de su boca con cuidado—. De verdad, no sabía naa

Arrepentido de todo, prosiguió cortando la cinta que unía los tobillos y desamarrando la soga que aprisionaba el cuerpo de Ana. Con cada segundo que trascurría estaba más y más convenido de que ya había acabado todo para él, que una vez que Jason se fuera con su mujer —ojalá sin denunciarlo por sus delitos—, solo sería cuestión de tiempo terminar muerto, porque ese era su destino. Tal vez unos días, o unos meses, Menares o la droga lo matarían y estaba resignado a ello.

—Listo, dama —anunció Danilo al liberar la última atadura de Ana. No fue capaz de mirarla, solo quería que lo dejaran solo de una vez por todas. Necesitaba pensar qué iba a hacer ahora que todo se había complicado.

Tal vez huir, ¿Dónde? No tenía idea, ya estaba sintiendo la angustia, ese bajón por no tener su dosis de droga. Dios sabía que intentaba controlar esa compulsión, pero no podía, estando solo era horrorosamente difícil.

En cuanto Ana se sintió del todo libre se abalanzó sobre Jason, que la tomó de la cintura con un brazo, le besó la cabeza inspirando su aroma embriagador, y con su mano libre, no dejaba de apuntar a Danilo. Al fin ella volvía donde pertenecía, a los brazos del amor de su vida. Enjugó sus lágrimas en el pecho duro de Jason sintiéndose protegida, segura.

—¿Ahora me vas a explicar qué mierda haces secuestrando y robando, Danilo? —exigió Jason.

—¿Podí dejar de apuntarme con esa hueá? —replicó Danilo harto de la situación que hacía días se le había escapado de las manos y ahora había terminado estrepitosamente. Su estado de ánimo cambiaba violentamente, ni él podía soportarlo. Maldita droga.

—¿En serio? ¡Si me disparaste por la espalda! ¿¡Acaso yo te enseñé a traicionar a tus amigos de esa manera!? —increpó para al fin tener respuestas, y saber los motivos que impulsaron a Danilo a cometer asesinato.

Al escuchar esa pregunta, solo una certeza respecto a esa confusa situación llegó a Ana con claridad. Ese hombre fue el que intentó matar a Jason, pero ¿por qué actuaba de esa manera tan derrotada y sumisa?, ¿no sería más coherente que ese hombre estuviera intentando terminar lo que empezó?

—¡No tenía otra opción! ¡Debíai desaparecer! ¡Sabía que eras rati! —confesó Danilo con el rostro contraído por la culpa, y al mismo tiempo sintiendo un inmenso alivio.

—¿Qué? —susurró Jason incrédulo—. Explícate.

Sin importarle que su otrora amigo todavía lo amenazara con un arma, Danilo se sentó en la misma silla donde estuvo Ana, se restregó la cara con ambas manos y resopló.

—Siempre lo supe, ¿te acordai cuando yo era más chico y andaba a la cola tuya? Siempre te seguía cuando salías sin que te dierai cuenta, todos decían que eras igual al Rucio, que te gustaba ir a putear al centro. —Ana alzó las cejas y miró subrepticiamente a Jason que estaba inmutable ante esa declaración—. Quería saber todo lo que el Yeison hacia… —Danilo rio flojo—. Fue una decepción tras otra, nunca fuiste a putear, salías al cine, subir el cerro san Cristóbal, visitar a un museo o a comer al restaurant fifí ese… Pero era divertido descubrir a qué lado ibas en vez de putear. Pero un día no fuiste ni al cine ni a comer, fuiste a la PDI, y simplemente todo encajó. Too tuvo sentido, trabajabas como sapo o eras uno de ellos. Solo el tiempo hizo que me diera cuenta de que eras rati.

Jason perplejo, no hallaba qué pensar de ese hombre, sentía que apenas lo conocía. Si guardó tanto tiempo su secreto, entonces, ¿qué fue lo que le impulsó dispararle?

—Era divertido jugar a que yo era bueno, aparentando ser malo —reconoció Danilo sin saber que le contestaba la interrogante que rondaba la cabeza de Jason—. Pero todo acabó cuando el guatón Menares descubrió lo mismo que yo, y me ofreció repartir el territorio sin sufrir consecuencias, y el precio era que te teníai que morir. Era una prueba pa’ saber si yo era rati también. Yo estaba seguro que si me negaba, nos iba a matar a los dos en cualquier momento. Así que lo hice, sabía que siempre andabai con chaleco antibalas, lo único que no pude calcular fue el golpe en tu cabeza. Pero al final, que el guatón Menares viera tu sangre correr, resultó ser el toque final que lo convenció. Menos mal que don Chapa andaba cerca y te llevó al hospital.

Ana en silencio y aferrada a Jason escuchaba la conversación analizando todo, atando cabos y dimensionando de lo dura que era la vida hasta hace unos meses para Jason, la gran carga que arrastraba Danilo al perder a su amigo. Era contradictorio, ese hombre era fuerte, pero no sabía que lo era, y que esa fortaleza era apuntalada por la figura de Jason, y sin él, simplemente se hundió.

Nadie lo previó, ni siquiera Danilo.

—¿Por qué no me dijiste nada? —interrogó Jason no sabiendo qué hacer o qué sentir. No estaba seguro de nada, su mente le decía que no confiara, pero su corazón le gritaba que Danilo decía la verdad, que ese muchacho a pesar de todo, había actuado acorde a la difícil situación que se le presentaba.

—Porque no había tiempo. Ese mismo día Menares me hizo la propuesta… Aunque sonaba más a una amenaza —masculló—. Y de toos modos, sabía que te queríai ir, que estabas chato de tu trabajo. Ya no eras el mismo. Todo este tiempo me he estado convenciendo de que te hice un favor. Pero en realidad, no lo sé…

—Debo reconocer que sí lo hiciste —admitió aferrándose un poco más a la cintura de Ana, gesto que ella sintió como una declaración tácita hacia ella. Si no le hubieran disparado, es la hora que todavía estaría hastiado en esa población; los robos nunca hubieran sucedido, por lo que ella seguiría con su vida monótona, tranquila, siendo engañada por Joaquín; su madre seguiría encadenada a Ramiro y a esa vida miserable e infeliz pensando que su primogénito era su mayor fracaso como madre; y Arturo seguiría siendo un hombre taciturno y solitario esperando a que los años pasaran. Sin vivir.

Las decisiones de Danilo habían afectado demasiadas vidas, y sin embargo, aunque todo parecía que había hecho un gran mal, era todo lo contrario.

El único y real perjudicado era él mismo.

—Cuando too estuvo hecho, las cosas solo empeoraron —continuó Danilo—. Menares no cumplió con el trato, se hizo el dueño de toa la merca… y yo ahora solo soy un perkin de él, hago lo que él dice, vendo lo que él trae. Tengo que andar probando too el rato que no soy rati. No le bastó con que te murieai, me presionó pa’ consumir pasta y falopa[52]  en sus fiestas… Bastó con una probada y volví a ser un adicto a la mierda. Y ahora le debo mucha plata a Menares… —Escondió su cara entre sus manos, reprimiendo el llanto, sus ojos ardían, las lágrimas que no salían le quemaban.

Danilo sentía que estaba cada día más en un callejón sin salida. Debía tanto dinero que no podía pagar, era tan adicto que no se sentía capaz de estar demasiado tiempo sin consumir. Esa casa legalmente ni siquiera era de él, tampoco la podía vender, técnicamente le pertenecía a Jason. Trabajar… se propuso hacerlo, pero entre elegir a un flaite sin oficio y sin experiencia y un inmigrante con muchas ganas de surgir... No era difícil saber cuál iba a ser la opción para un empleador. Y siendo duro, se iba a partir el lomo trabajando para ganar el sueldo mínimo —que era a lo único que podía aspirar—, lo que debía era mucho más que eso y Menares no aceptaba que le pagaran en cuotas.

Tal vez ese era su plan desde un principio, convertirlo en un guiñapo humano. Eliminar la competencia cortando la cabeza y con el resto solo bastaba con empujarlo a la autodestrucción.

—¿Y se supone que por eso andas robando y secuestrando? —interpeló Jason, debía saberlo todo. Necesitaba decidir qué hacer.

Danilo asintió, sin mirar. Podía hacerse el valiente, violento e iracundo frente a todo el mundo, pero no frente a Jason, él lo conocía. Eran parecidos en muchos aspectos, pero a Danilo le faltaba mucho por vivir, era demasiado joven, resentido e impulsivo.

Los años templaban el carácter con la guía adecuada, de lo contrario se convertía en el camino a la perdición.

—Robarle a la librería era plata rápida, hasta ahora. Nos daban el aviso y nos repartimos la ganancia con el tipo que nos daba el dato. Pero la última vez lo pusieron tan difícil y necesito pagarle urgente a Menares. Maikel estaba esperando a que cometieran un error y dar el golpe, pero me desesperé y pensé que sería más fácil un secuestro exprés… Actué solo y la cagué. Debí mandar a la chucha a ese hueón cuando cachamos que era demasiado complicado.

Y ahí estaban todas las respuestas, y sus sospechas confirmadas, había alguien que quería ver hundida la librería. Danilo solo era una marioneta desesperada, un medio fácil de manipular para lograr un objetivo.

—¿Quién te dateó?

—Un cliente de falopa

—¿Quién? —insistió.

—Menares me lo envió como cliente, porque le cae mal, simplemente le vendo, no tengo por qué saber cómo se llama el tipo, ni me interesa. Viene una vez al mes, compra y se va. Y cuando hace los encargos se deja caer nomás.

—¿Tienes alguna forma de contactarlo?

—Me sé su número de memoria. —Jason alzó la ceja, ¿quién memoriza números de teléfono en estos tiempos?—. Es un número fácil de recordar 999, 666, 999 —explicó ante el gesto suspicaz de Jason—. Rara vez lo llamo, es como si adivinara que ya tengo la plata.

Jason resopló. Estaba lejos de solucionar todo. Se sentía dividido, por una parte Ana estaba sana y salva, Danilo, a pesar de sus amenazas, no le había hecho daño, salvo apretar demasiado la soga y dejar unas marcas que ya se desvanecían; y por otra, debía llegar al fondo del asunto y descubrir quién era el que estaba detrás de los robos.

El autor intelectual.

Tampoco podía obviar las inesperadas revelaciones por parte de Danilo. Sintió que le había fallado como amigo, como guía. En cierto modo, ese muchacho estaba tal cual como cuando lo conoció, adicto, desesperado, endeudado… solo.

Muy solo.

Todo lo que había avanzado con él se había perdido. Danilo prefirió sacrificar la amistad para mantenerlos a los dos con vida y pagó un precio demasiado alto. El resentimiento y la rabia que sentía Jason se iban disipando a medida que las explicaciones le mostraban un camino.

Primero, debía trazar un plan para atrapar al tipo que hacía los encargos de robo y meterlo a la cárcel… aunque fuera por un tiempo. En segundo lugar, debía saldar su deuda con Danilo, porque eso pensaba Jason, su amigo era, en parte, el artífice de la vida que tenía en la actualidad, y en honor a eso, al menos, debía intentar darle la ayuda que tanto necesitaba.

Para eso eran los amigos.

Aquel día estaba lejos de terminar.