CAPÍTULO 7

Acabo de concluir el informe. Tampoco creo que el culpable sea Adrián. Menudo lío. Imaginaba que iba a resultar mucho más fácil, pero es que los tres me han parecido buenas personas. Muy diferentes entre sí, pero ninguno se me antoja como un asesino en potencia. Y el caso, es que uno de los tres tiene que ser.

Sabemos por Nacho, su mejor amigo, que Rebeca no tenía pareja. Decía no tener tiempo. Nacho la conocía desde los diez años y nunca se fijó en nadie. Era muy tímida y estaba muy concentrada en sus estudios. En la universidad mantuvo alguna relación, pero nada serio y según él, llevaba más de cinco años sin salir con nadie. Se apuntó a la agencia hace más de seis meses, obligada por Ruth, su amiga profesora. Sin razón aparente, quedó en tres días con los tres sospechosos, como si le hubiera dado un tabardillo romántico, y después de aquello no volvió a citarse más.

Como no tenía intención de ligar, en su día a día apenas se arreglaba. Nacho, entusiasmado por el cambio de actitud de su amiga, la acompañó a comprarse maquillaje y algo de ropa para las citas que había concertado en la agencia. La ayudó a elegir los colores que más le pegaban y la obligó a comprarse varias faldas. La mañana que fue asesinada, Rebeca llevaba los labios pintados de rojo y según Nacho, que fue el que la identificó, vestía con la ropa que habían comprado juntos.

Desde el primer momento Nacho fue excluido como sospechoso. Hay vídeos que corroboran que se encontraba trabajando en la peluquería. Respecto a Ruth, estaba dando clase. Los días anteriores durmió en casa de Rebeca, por un asunto familiar, y al principio no la descartamos, pero hay pruebas de que estaba en la universidad. Rebeca no tenía enemigos, ni mucho dinero, por eso mi línea de investigación es esta. Estamos convencidos de que si ella se arregló fue porque se había citado con uno de ellos tres. La pena es que en su móvil no guardaba ningún mensaje concertando una cita y las únicas llamadas de esos días pertenecen a Nacho. Hemos solicitado el registro de su teléfono de casa, y espero disponer de él en breve.

Podríamos haberlos interrogado de manera formal, pero no tenemos ni una prueba. Son tres tipos inteligentes, con alto poder adquisitivo, y el que haya sido ya se habrá ocupado de tener una coartada.

Y están esas letras ininteligibles que ella trazó en sus últimos segundos y solo se aprecia la A… ¿A de asesino? o ¿a de Arthur, de Álvaro o de Adrián? ¡Maldita casualidad!

Mi intención y lo que me ha llevado a hacerme pasar por una chica de la agencia, es seguir los mismos pasos que ella. De hecho, el orden de las citas ha sido el mismo. Creí que mi instinto señalaría al culpable, pero no ha sido así; por eso, a pesar de que ayer fue un día divertido y que me lo pasé muy bien con Adrián, hoy me siento culpable y altamente frustrada. Culpable, por divertirme cuando mi deber era investigar, y frustrada porque no he conseguido ni una pistilla y encima, el Madrid perdió. Hemos montado todo un operativo para nada —excepto para darme cuenta de que mi vida social es un asco y que hay gente bastante aceptable por ahí—.

¡Qué mañanita me está pegando mi memoria! Los recuerdos de ayer son los únicos protagonistas, así no hay manera de concentrarse. Adrián se comportó como un amigo y eso facilitó que disfrutáramos tanto del partido, a pesar del resultado. Después quería invitarme a cenar, pero opté por repetirme con la excusa del gato, aunque le prometí que volveríamos a quedar y que sería yo la que conectase con él. Este juego sí que es peligroso, mucho más que con los otros dos. Hay chispa, entre ese dios y yo, hay chispa —o eso me pareció, no es que esté yo muy versada en estos temas—. Parecía que nos conociéramos de antes. Reconozco que aunque en casi todo momento estuve centrada y sabía perfectamente dónde estaba, hubo algunos momentos en los que se me dispersó un poquito la concentración. Admito que en el único gol que metió el Madrid nos abrazamos. Fue un abrazo algo largo, y como muy calentito, tanto que perdí mi sentido común y al separarnos casi, casi le beso… ¡pero reculé! «¡No seas mentirosa, Aridane!» Ok, mamá. No, no reculé, en el último momento, mis intrépidos, pero inexpertos labios, cambiaron la dirección y le besé la barbilla, ¡bochornoso! corramos un tupido velo. De todas formas, no lo pondré en el informe; ni cuando se me cayó un poco de refresco, que ahí estuvo cerca de besarme él, ¡pero reculó! —No reculó del todo, me abrazó para mancharse él también la camiseta y restregó su torso al mío—. En fin, que hubo varios momentillos intensos —de los más intensos de mi vida—, eso sí, aumentados por el fulgor del partido. Conclusión: he de cuidarme con este hombre, es un galán con artimañas de lo más naturales y trabajadas y yo, a su lado, soy una pazguata indefensa.

—Ari, tienes al forense por la otra línea. —Rubén me aparta de mis ensoñaciones.

—¿Al forense? ¿Es por…?

—Sí, creo que por fin acabó el informe final. ¡Se habrá herniado el tío!

—¡Ya te digo! Tres semanas. ¡Qué poca vergüenza! Me entran ganas de llamarle de todo. Pero me voy a callar…

Sí. Todavía el forense no nos había dando el examen concluyente. Es un tipo que lleva toda la vida y es conocido porque se lo toma con calma, calma como las olas del Mar Menor. Y parece que no hay otro, siempre me toca el mismo. Cojo aire y me relajo, puede que haya encontrado algo relevante.

—Buenos días, Doctor Alcántara.

—Buenos días, inspectora Castro. Como intuirá le llamo por el caso Rebeca Sanz.

—Sí, me imagino. —Me estoy mordiendo la lengua para no gritarle que cómo se nota que no era su hija la víctima.

—Como le aseguré en el primer examen, falleció por herida de bala.

—¿Por cuál?

—Por las dos. Primero recibió el disparo cerca del hombro, rozando la arteria subclavia. A mi parecer, la bala abdominal fue más letal, dio de lleno en la arteria hepática. Rebeca Sanz se desangró y fue consciente de ello.

Yo ya sabía que no había muerto en el acto, pero morir desangrada y enterarte… es horrible. Mi estómago se revuelve.

—¿Cuánto cree que tardó en fallecer?

—No más de tres minutos.

—¿Hay signos de lucha? ¿Arañazos? ¿Relaciones sexuales previas? —En el informe preliminar lo descartó, pero nunca se sabe con este hombre. Si me ha llamado será por algo, le encanta hacerse de rogar.

—No, nada.

—¿Nada? ¿Ninguna huella?

—No.

Me estoy cansando del jueguecito, ¿me querrá decir de una vez para qué me ha llamado? ¡A que le mando al carajo!

—Pero hay una cosa que creo que puede ser importante.

—¿El qué?