CAPÍTULO 21

Rubén y yo recogemos los platos y vasos de plástico de los pitufos y los tiramos a una bolsa. Ya se han ido todos los peques, menos los autóctonos, que descansan, fritos en el sofá. Cristina limpia la cocina y mi padre y Karina conversan amarraditos de la mano en las sillas de la terraza. Toda una estampa.

—¿Podemos meterla a ella en la bolsa? —dice Rubén.

—¿Eh? Perdona, estaba distraída.

—Ya te veo, digo que podríamos introducir a Karina —susurra— en la bolsa y tirarla a la basura.

—No estaría mal, no. Aunque creo que no entran sus tetas. —Se me escapa la maldad a la que me relajo.

—Bueno, pues esas me las quedo yo —ríe—. ¿Cómo estás?

—Cansada. Quiero irme a casa, tengo empacho de niños.

—¡Y yo! Nunca pensé que un cumpleaños fuera tan duro. Esto es peor que currar de noche en fin de año. Desde hoy, admiro mucho más a los padres. Pero te preguntaba que cómo estabas con respecto a ella. —Señala a la terraza.

—Sinceramente, no me gusta —me desahogo. Para criticar a Karina no hace falta que me tiren de la lengua—. Es irritante, cansina y muy empalagosa. Además los niños la odian, casi tiritaban cuando se ponía a su lado, y eso es un indicativo. ¿Tú qué crees?

—Más o menos, lo mismo, aunque me parece una mujer muy natural, sin postizos…

—¡Rubén! —le regaño.

—Es broma. Sinceramente, la veo un pelín extraña y encima ya sabemos que el local del que le vio salir Cristina está fichado por prostitución y tráfico de drogas. Lo cual pinta muy mal.

—¡Entonces, tenía razón! —exclama Cris, que ha entrado en el salón y nos ha debido de oír—. ¡Te lo dije! No es trigo limpio.

—Calla, Cris —musito—. Te va a oír.

—Pues que me oiga. No soporto verlos juntos. Me entran náuseas.

Esto último que ha dicho me preocupa.

—No, no estoy embarazada, tonta, es un decir.

—¡Ah! ¡Qué alivio!

Rubén se carcajea.

—¡Qué graciosas sois! Os entendéis sin hablar.

Cris y yo nos miramos y sonreímos. Tiene razón, son muchos años juntas.

Iniciamos un debate susurrado para decidir qué hacemos. Al final gano yo, que opto por no decirle nada a mi padre de momento, puesto que estoy segura de que nos mandaría cerca. En esto, es como mi jefe Enrique, sin pruebas no nos escucharía. Seguiremos investigando y más ahora, que Rubén se ha ofrecido amablemente. No podemos consentir que mi padre salga con una mala mujer.

Llega la hora de irse. Mañana tengo que levantarme pronto para retomar el caso de Rebeca. Salgo a la terraza para despedirme.

—Papá, Rubén y yo nos vamos. Mañana toca empezar pronto.

—Bueno, hija, muy bien. Lo hemos pasado en grande, ¿verdad, cariño? —implica a Karina.

—Sí, mi amor. Tienes unos nietos amorosos, han salido a ti.

—¡Ayss, qué tontita eres! —contesta mi progenitor con más momos que un bebé chupando limones.

—¡Pero si es verdad! Toda tu familia, que es muy linda, ha salido a ti.

—Discrepo —les interrumpo—. Mi hermana es clavada a mi madre. Y dos de sus hijos... —De la mala leche que me ha puesto no me salen ni los nombres.

—Claro, claro, pero no me negarás que tú eres igual que Antonio.

Rubén sale en mi ayuda:

—Sí, clavaditos. Bueno, un placer, Señor Cuéllar. Encantando de conocerte, Karina.

—Igualmente, majo. Ven más a menudo.

Rubén tiende la mano a mi padre y después se acerca para dar dos besos a Karina. A pesar de mi ira creciente, casi me troncho de la risa al ver la inclinación que ha tenido que ejercer su columna vertebral para no aplastar los inmensos senos de la rusa. Ha puesto el culo en pompa y casi pierde el equilibrio. Cuando se ha girado estaba colorado de la tensión.

Yo paso y me despido sin besos para nadie. Es lo que tiene ser la seca de la familia.

Rubén me acerca a casa. Me acuesto en seguida. Mañana he de ir a la consulta de Doctor Pollos y después ya veremos. Pongo la alarma en mi móvil y al hacerlo me doy cuenta de que tengo varios mensajitos de Whatsapp; no he hecho ni caso al teléfono, bastante tenía con tanto niño gritón. ¡Upss! Pues sí que me he perdido cosas, cien del chat «maderos», diez mensajes de mi hermana, ¡aaaaaaahhhhhhh! hay tres de Adrián. Sabía yo que darle mi móvil no iba a ser buena idea…

Hola chica tímida. ¿Qué tal estás?

Te me has aparecido varias veces durante el día e inevitablemente sonreía.

¿Cuándo te voy a volver a ver? Me hace falta sonreír más.

Me quedo estupefacta. Adrián es tan directo y elegante que si no fuera un sospechoso, me gustaría. No soporto a los empalagosos, ni a los excesivamente románticos. Sí, esos que te hacen una poesía juntando el mar, el cielo, las flores…, vamos cualquier tema de Bustamante. Adrián en sus mensajes solo me dice que se lo ha pasado bien conmigo y que quiere volverme a ver. No promete nada y sin embargo te hace entender que está ahí. Perfecta estrategia. Me taladra una repentina duda. ¿Sería igual con Rebeca? ¿Le mandó mensajes a Rebeca? Bueno eso sé que no, porque no están en su móvil… ¿Pero sería igual con ella, tan perfecto, tan delicado? ¿O quizás no?

No sé qué escribir, pero voy a responderle. Decido ser igual de sutil que él.

Espero que pronto… Un beso.